Fue el jueves santo diecisiete de Abril. Estaba en vacaciones de semana santa y “descansaba” de exámenes y trabajos. Por ende, me había despertado más o menos a las 10:00 a.m. Me levanté, fui al baño a cepillarme y saludé a mis papás. Después me dirigí a desayunar. Usualmente todas las mañanas prendemos el televisor para ver las noticias o mi papá prende el radio para escucharlas. Sin embargo, ese día no ocurrió.A las doce y media mi mamá me dice que me bañe y me arregle porque vamos a salir a almorzar. En días anteriores había escuchado que el Gabo, uno de mis escritores favoritos y por el cual me había enamorado de la lectura, estaba enfermo y se encontraba hospitalizado; al escuchar la noticia, no presté mucha atención ya que por muy raro que parezca, para mí el Gabo era y es alguien inmortal.